Querido Luis
Nunca sabrás cómo me ha jodido tu marcha. No es un reproche, ya se que no es culpa tuya. No creo en supersticiones ni cosas raras pero sí en el destino, y el tuyo te alcanzó de camino al trabajo. Ayer me desperté en el Gran Cañón del Colorado con tu mala noticia, y desde entonces no he dejado de pensar en ti. He recordado cuando llegué a Maristas en 1º de BUP y vi a un chico callado, con gafas, y un aparato corrector de la espalda, y pensé “éste es el chico raro de la clase”. Pero cuando nos empezamos a conocer mejor, y después te quitaron el aparato, no se qué me sorprendió más, si lo buena persona que eras o lo buen atleta. Recuerdo los partidos con el Capuleto. Se me viene a la memoria las tardes y noches que compartimos mientras nos rellenabas las copas de sangría. Cuando "ganaste" la cuchara de madera. La capacidad que tenías de emitir palabras con aire que no te venía precisamente de los pulmones, capacidad que perdiste cuando te hiciste un hombre serio. El baño a media noche en Arenas de San Pedro. El teorema de Luisma: cuanto más lujoso es un hotel, más probabilidad hay de que no tenga escobilla de baño. Villalba, la ensaladera de Wimbledon y los cuernos. Recuerdo tu contestación a la ridícula pregunta de Marcos, sobre qué serías capaz de comer más que nadie. Cómo el temblor de tu labio te delataba cuando jugabamos al poli y al asesino con las cartas y te tocaba ser el asesino. Recuerdo aquel pedo en mi casa, con Marcos a la guitarra y tú metido en la funda diciendo que eras un Snorkel. Me encantó la presentación de PowerPoint que hiciste para tu lectura de tesis, y te contaré un secreto, muchas de mis presentaciones están basadas en la tuya. No olvidaré cuando celebramos contigo el doblete del Atleti, y tú con nosotros la Séptima. Y cómo no, cuando celebramos todos juntos la Eurocopa de este verano. Recientemente colgué un post sobre nuestro viaje a Suiza para visitar a Marcos. Me gustaría que lo hubieras visto.
Cuando el año pasado los ladrones entraron en nuestra casa Betty me decía que lo que más le jodía era el hecho de que no volvería a sentirse segura en nuestra propia casa. Hoy me pasa a mi lo mismo con la amistad. Para mi los amigos son el refugio al que acudes para pasarlo bien, y esta tragedia me crea la duda de si de ahora en adelante, cuando nos reunamos y tú no estés podremos seguir pasandonoslo bien. Supongo que sí, porque el tiempo cura las heridas, pero del mismo modo, no quiero que el tiempo vaya borrando poco a poco de mi cerebro tu imagen, tu personalidad, tu amistad.
Queda pendiente correr una San Silvestre a tu lado e invitarte a mi tesis, pero cuando lo haga, aunque no te vea se que estarás allí. Echo en falta una última despedida. Y espero que el hecho de que no me haya podído despedir de ti, me haga disfrutar de los reencuentros con los amigos que nos quedamos aquí, disfrutar de ellos como si fuera la última vez, y despedirme como es debido.
Fue un placer conocerte. Hasta siempre, amigo.